Memorias de un Criminalista: La fotografía del regaño.


Por Alfredo Pérez .

Fundador de la Sociedad de Ciencias Forenses en Baja California

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En las vibrantes décadas de los setenta, mi padre me introdujo en su mundo laboral; una experiencia común para muchos niños de la época que acompañaban a sus padres a sus lugares de trabajo. A esa edad, entre los siete y diez años, muchos niños y niñas tienen la oportunidad de visitar el lugar de trabajo de sus padres, ya sea un despacho, un consultorio, una empresa o un taller.

Sin embargo, para mí, fue una experiencia única conocer el laboratorio de investigación criminal donde mi padre trabajó durante muchos años, rodeado de grandes maestros del oficio.

El laboratorio de criminalística de la policía era un mundo propio; lleno de equipos fotográficos, archiveros metálicos repletos de evidencias, desde prendas manchadas de sangre hasta herramientas y restos óseos.

Cada objeto contaba una historia, cada fotografía guardaba secretos que solo los expertos podían desentrañar.

Entre esa maraña de escritorios con ceniceros llenos de colillas, folders amontonados con caótica precisión y nivel de prioridad, resultó fascinante la visita. Era como adentrarse en un universo paralelo donde la verdad se ocultaba entre las sombras, esperando ser descubierta por mentes agudas y ojos perspicaces.

Una de las memorias más vividas de aquel tiempo fue cuando un compañero de trabajo de mi padre, al ver mi fascinación por el lugar, decidió tomarme una fotografía sin malicia ni otro interés más que capturar aquel momento especial. Accedí sin dudarlo, pero fue durante el revelado de las fotografías en blanco y negro, técnica común en aquella época, cuando mi padre como responsable del cuarto obscuro, descubrió mi presencia en las imágenes de escenas y sujetos investigados o detenidos.

Al regresar a casa, mi padre puso la fotografía impresa en papel fotográfico frente a mí, como una escena de película cuando el detective exhibe la fotografía al testigo para que identifique a la persona; esta acción estuvo acompañada de una serie de preguntas con tono de reclamo y regaño.

Quien te tomó la fotografía?
Por qué permitiste que se te tomará?

Realmente, mi padre estaba profundamente molesto y furioso por lo que esa fotografía significaba para él. Para mí, como niño, era solo una travesura, una especie de ilusión fascinante sobre el lugar de trabajo de mi querido padre.

Con el paso del tiempo, al mostrar la fotografía a mis amistades siempre hubo dos preguntas en común: que hiciste? porque te detuvieron?

Ahí me di cuenta de que la preocupación de mi padre era justificada. Sin embargo, en mi niñez, no podía comprender el peso de sus palabras. Ahora, esa misma imagen es un poderoso recuerdo de aquel regaño paterno y de la fascinación que sentí al conocer el lugar de trabajo de mi padre, del gran amor que despertó en mi la criminalistica y fotografía forense, pero sobre todo, el respeto y admiración a mi padre.


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