Por Alfredo Perez
En Baja California a partir de la década de los años setentas, se contaba con un laboratorio de Fotografía Forense, Química, Balística, Criminalística de Campo, Dactiloscopia y Medicina Legal.
Fue a partir de 1971 cuando la investigación que realizaba la Policía Judicial del Estado debió fortalecerse por la aplicación del método científico en el curso de la investigación judicial que se realizaba y en el examen de los indicios que provenían de la comisión de los hechos delictivos que para ese entonces se suscitaban.
La Criminalistica debió evolucionar al igual que la sociedad y ya para la década de los años ochentas, el comportamiento delictivo fue cambiando y las maneras de cometerse los crímenes también lo hicieron.
Ante la diversificación de estas conductas criminales, el Laboratorio de Criminalística e Identificación de la Jefatura de la Policía Judicial del Estado comenzó a formarse con un archivo dactiloscópico que albergaría cerca de diez mil huellas dactilares y su principal misión consistía en identificar a todos los detenidos contra los cuales se dictara auto de formal prisión.
También se inicio con un Laboratorio Químico que se había ocupado, más bien, de la identificación de estupefacientes y psicotrópicos, y adicionalmente indicios de otra naturaleza.
Al mismo tiempo el laboratorio de fotografía forense almacenaban las imágenes de escenas de crímenes en blanco y negro, las cuales de manera previa eran reveladas mediante químicos colocados en el cuarto obscuro de dicho laboratorio.
El reto mas significativo ante esta necesaria evolución de las técnicas de investigación fue la resistencia, las costumbres y vicios que la propia policía tenia al momento de investigar, se tenían que cambiar aquellas formas poco profesionales de interrogar para abrir margen a la incursión de la ciencia.